Es difícil saber qué haríamos cada uno de nosotros si alguien hiciera daño a un ser querido. A la hija de la protagonista la violaron, azotaron y quemaron al pie de unos carteles, a poca distancia de su casa. ¿Qué harías tu para descubrir a los culpables?
Normalmente, este es el punto de partida para una película de «justicieros», ese personaje anodino, un ciudadano normal, que en condiciones extremas se entrega a una escalada de violencia que termina con el justo castigo de los malvados. Pero aquí tiramos por un sendero totalmente distinto, más realista, más dramático y más probable: la confrontación social. Porque hay padres y madres que hacen huelga de hambre, o se encadenan frente a un juzgado, o arrastran su tragedia por los platós de televisión, esperando que su denuncia sirva para algo. Y eso es lo que hace la protagonista: lanzar un enorme grito de indignación, en forma de «tres anuncios en las afueras», para ver si de esa forma el sheriff, quien sea, hace algo para localizar a los asesinos de su hija.
La película se desarrolla con mucha rapidez y plantea una situación curiosa: que alguien contrate tres vallas publicitarias en una carretera comarcal casi abandonada para llamar la atención. Los personajes se dibujan igualmente con rapidez y en pocos minutos nos han presentado al sheriff comedido, al ayudante racista, a la madre dura y amargada, y al resto de secundarios que viven en ese pequeño cosmos que es cualquier localidad rural.
Me asombra cómo consigue Woody Harrelson mimetizarse en casi cualquier personaje que se proponga. Este hombre te convence de igual forma que es un arquitecto apasionado, que un peligroso tarado o un cazador de zombies. Aquí hace de sheriff aquejado de una enfermedad terminal y da gusto verle cada minuto que aparece en pantalla. Casi lo mismo cabe decir de Sam Rockwell, que parece elegir sus papeles con pinzas para incorporar la mayor variedad de personajes a su carrera. Y nos queda Frances McDormand, a la que todo el mundo alaba desde Fargo, pero a la que yo veo interpretar casi el mismo papel de mujer fuerte una y otra vez con muy pocas variaciones.
La película es interesante y la historia es más curiosa de lo que podía parecer. A mi juicio sólo tiene un problema, que es parecido el de Siete Psicópatas: abre tantas subtramas que a veces no sabes por dónde vas. Peor, en este caso no cierra ninguna porque (atención que voy a contar cosas que revientan la historia) al final ni sabemos quién mató a la hija, ni se resuelve el conflicto entre ella y el ayudante, ni terminamos por ver qué papel juega ese matón de taberna que se cruza en mitad de la historia. Pero bueno, puede que sea como decía alguna crítica por ahí, es una película de guionista y se esfuerza en meter tantas cosas en la narración que termina por despistarse. Teniendo en cuenta que es de Martin McDonagh, que también es el responsable de Siete Psicópatas, no me extraña.
Para mí, pesan más las virtudes que esos pequeños fallos y en general considero que es una película muy recomendable (a mí me la recomendó un amigo de infancia y le estoy muy agradecido por ello) que conviene ver al menos una vez.
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