Uno de los problemas que plantean las redes sociales es que nunca puedes estar seguro de con quién estas hablando realmente. ¿Qué pasaría si eso mismo ocurriese con la persona que tienes delante? ¿Qué pasaría si todo el mundo actuase a través de máquinas perfectas que imitasen humanos, controladas a distancia?
Piensa, por ejemplo, en las aplicaciones de citas en línea. Te registras, rellenas tu perfil, pones un par de fotos y te lanzas a ver con quién puedes tener una conexión que sirva para iniciar el contacto. Ves a alguien atractivo que responde a tus primeros mensajes y llega el momento en que puedes tener la primera cita, ya sea en vivo o una videoconferencia, como primer punto de contacto. ¿Será la persona que aparezca en la cita la misma con la que has estado hablando?
El engaño más sencillo y más inocente en estos casos, es que la otra persona ponga fotos en su perfil que le favorezcan, porque son de hace unos años, cuando estaba en mejor forma física, o de alguna ocasión en que hizo unas fotos estupendas, pero que no corresponden a su estado habitual. Cuando llega el momento del encuentro, te sientes un poco engañado, porque la persona que tienes delante no es la misma con la que pensabas que estabas hablando.
Ahora lleva este escenario un poco más lejos y piensa que vas a un local de copas, que te acercas a alguien con quien bailas o tomas algo. Por ejemplo, una chica joven y bien proporcionada, que te mira con ojos de gata. Te propone que salgáis de ahí y de desarrolla un breve roce. Lo que pasa es que esa chica no es tal persona. Se trata de un tipo de 160 kilos que controla un androide con un aspecto completamente humano, capaz de andar y moverse como una persona. ¿Sería esto algo positivo o negativo?
Este es el planteamiento de la película que quería comentarte hoy. Los Sustitutos está basada en un cómic del mismo nombre, de cierto éxito, sobre una época no muy distante en el futuro en la que una empresa ha conseguido crear réplicas casi perfectas de los seres humanos que se pueden controlar con la mente. El enlace funciona en ambas direcciones: tú puedes dirigir las acciones del robot y éste te devuelve las sensaciones que encuentra a su paso. No es perfecto del todo, pero es algo muy cercano a estar ahí de verdad.
En principio el avance parece una bendición: las personas con minusvalía ya no están confinadas a una silla de ruedas o una cama con respirador artificial, sino que pueden moverse con libertad. La criminalidad baja a niveles casi inexistentes, porque desaparecen los delitos violentos. Incluso si te atacasen, no eres tú el que recibe el daño, sino el sustituto, y éste es una máquina que se puede reparar o reponer.
Lo que pasa es que esa misma bendición lleva aparejadas algunas pegas, como que la gente mienta sobre sí misma o que se sacrifiquen las experiencias reales. Sería como vivir en una versión continua de un juego masivo multijugador en línea, llegando a la paradoja de que los seres humanos estarían más aislados que nunca, encerrados en sus apartamentos e interaccionando con el mundo sólo a través de las máquinas. Por eso surgen comunidades en las que los sustitutos están prohibidos.
En este contexto, el agente del FBI Tom Greer (Bruce Willis) y su compañera (Radha Mitchell) intervienen en lo que parece el primer caso del mundo en el que han conseguido matar a una persona a través de su sustituto. Esto, en principio, es imposible. Los androides incorporan todo tipo de mecanismos de seguridad para evitarlo. Pero ocurre una segunda vez, y en esta ocasión la víctima es el hijo del inventor de los sustitutos, lo que hace sospechar que no se trata de un caso aislado, sino una conspiración.
Este es el tipo de historias de ciencia-ficción que me encantan, porque son las que te hacen pensar sobre los dilemas éticos que lleva aparejado el progreso tecnológico. ¿Es bueno o es malo actuar a través de avatares y sustitutos virtuales? ¿Nos protege de los ataques o falsea las relaciones, hasta el punto de radicalizar el aislamiento de las personas?
La película está muy bien realizada, las interpretaciones son muy decentes y Willis no está mal, teniendo en cuenta el pésimo criterio que tiene últimamente eligiendo papeles. Mucho mejor están los secundarios, en especial Ving Rhames, que interpreta a una especie de gurú de la pureza humana, o James Cromwell en el papel del inventor de los sustitutos, casi copiando el papel que hizo unos años atrás en Yo, Robot.
Con apenas hora y media hora de duración, se ve en un suspiro, es entretenida y sirve para iniciar una buena conversación al terminar con los amigos, sobre las consecuencias del uso de esta tecnología que, tarde o temprano, llegará a nuestra realidad. ¿Tú qué harás? ¿Pedirás un sustituto que sea como tú o con un aspecto totalmente distinto?
Trailer: