Martin Scorsese tiene un increíble talento como director para coger una idea y mantener tu interés a los largo de tres horas, mientras te la cuenta. Divertida, alocada, desenfrenada, basada en hechos reales y controvertida. Así es esta película.
El cine de Scorsese, cuyo trabajo se extiende ya a lo largo de más de cinco décadas y casi setenta películas, se caracteriza por cosas difíciles de ver en otro director. Para empezar, cada vez extiende el metraje más y más tiempo. Es raro que una película de este hombre no roce las tres horas, cuando lo norma es que los estrenos comerciales duren entre 100 y 120 minutos. Además, Scorsese hace un uso casi omnipresente de la voz narrativa, haciendo que el protagonista comente lo que vamos viendo con sus propias palabras y añadiendo pullas, chistes y detalles que, lejos de despistarnos, aumentan el interés de lo que vemos. Por último, parece que este hombre tiene una fijación con mostrarnos una mezcla de fascinación y crítica con el mundo del crimen.
Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio) es un joven agente de bolsa con ganas de comerse el mundo y salir del apartamento de mala muerte en que vive con su mujer. Su iniciación en el mundo de las finanzas coincide con el Lunes Negro de 1987, una de las mayores catástrofes del mercado bursátil en la historia, en que la bolsa de Nueva York sufrió una caída del 22% en un solo día. Esto le manda al paro y le obliga a buscar trabajo en una pequeña empresa de inversiones ligeramente fraudulentas, aunque casi legales, en Long Island.
Belfort encuentra en esa pequeña empresa situada en un centro comercial la revelación que le señala el camino hacia el éxito, porque su talento innato como vendedor, el conocimiento que ha adquirido en su iniciación en la bolsa y su absoluta falta de escrúpulos se combinan para convertirle en el timador perfecto, alguien capaz de venderte miles de acciones que no valen para nada, con la mayor de las sonrisas. No sólo se le da bien, sino que se las arregla para formar un equipo de personas con sus mismas inquietudes (hacerse rico sin importar cómo) y crear un negocio en torno a la especulación de valores sin respaldo, que le harían ganar millones de dólares y llevar una vida de lujo, sexo y drogas durante varios años.
Como ya ocurría con Casino o Uno de los Nuestros, al ver esta película tenemos que decidir si sentimos admiración por unos personajes que se ponen una meta y luchan por conseguirla, repulsión por la forma en que lo consiguen o perplejidad por el descaro de lo que nos están contando. Que alguien monte una empresa de inversión en valores en la que lo «normal» es organizar fiestas de sexo y drogas, o que jamás se cuestione que ha conseguido su fortuna a base de estafar a miles de personas, es algo que llama la atención, pero de lo que no te das cuenta mientras ves la película, sino después. Mientras la ves, sólo estás alucinado por ver si de verdad van a tener narices de tirar al enano a una diana o montar la siguiente juerga en la zona de primera clase de un avión comercial.
Las interpretaciones son magníficas, todas. DiCaprio está genial y tiene momentos cómicos muy buenos, pero la película sería imposible sin el trabajo de todos los secundarios, especialmente Jonah Hill, que interpreta al compañero de juergas y crimen del protagonista, y Margot Robbie, que hace de mujer-trofeo con más dignidad e inteligencia de la que le otorgaríamos a la típica rubia tonta.
Para mí el gran valor de esta película reside en el guión y el trabajo del director que, como te decía al principio, consigue tenernos entretenidos casi tres horas sin que miremos el reloj y sin bajar el ritmo en ningún momento. Hay escenas delirantes y fantásticas, que no quiero comentar para no reventarte la historia. Lo importante es no son una o dos, sino varias.
Las críticas se han centrado en el aspecto ético de la historia, criticando que Scorsese haya montado un cuento de drogas y sexo tan explícito y falto de auto-crítica, que parece que glorifica la vida de sus protagonistas, que no deja de ser una panda de criminales y estafadores. Pero una película no tiene que ser un sermón ético ni una herramienta de educación moral. El cine es un espectáculo de entretenimiento y este es uno de los mejores que se ha estrenado en las salas en los últimos años.
Trailer: