Quizás no te suene el nombre de Larry Flynt, pero es de lejos uno de los mayores empresarios de prensa y cine porno en Estados Unidos. Los caminos por los que este tipo se convirtió también en el mayor defensor de la libertad de prensa en el S. XX son extraordinarios y merecían una película.
Basada en el libro de Rodney Smolla, Jerry Falwell V Larry Flynt: The First Amendment on Trial, la película nos cuenta cómo Flynt construyó un imperio editorial partiendo de unos orígenes bastante humildes como propietario de un par de bares de strip-tease en Ohio. Lo que intentaba al principio no era más que atraer gente mediante un recurso bastante típico de la época: el boletín para clientes, que eran una especia de revistas ligeras, algo así como el catálogo de novedades del supermercado, pero adaptadas a la situación de los años 60.
No se le ocurrió otra cosa al señor Flynt que incluir reportajes fotográficos de las modelos que trabajaban en sus clubes, lógicamente desnudas y en posiciones comprometidas, de forma que tardó dos suspiros en A) tener uno de los negocios más rentables y de mayor crecimiento de la zona y B) tener encima a los de la liga de moralidad poniéndole demandas por todo lo que se les imaginaba, que poco menos que rozaba con la destrucción de la sociedad americana.
Una de las personas que más se destacaron en su crítica a Flynt fue Jerry Falwell, un telepredicador de enorme éxito, aunque protagonista de numerosos problemas legales y económicos por su «interés» en generar beneficios económicos de su actividad religiosa. El caso es que ambos se enzarzaron en una batalla legal a raíz de una parodia publicada por Flynt en su revista Hustler que les llevó al mismísimo Tribunal Supremo de los Estados Unidos, con un resultado sorprendente y de enorme importancia en la jurisprudencia americana sobre libertad de prensa.
La historia es interesante, los personajes son interesantes y hacía falta un reparto, un guión y un director que no se perdieran en los detalles morbosos, como la adicción a las drogas de Flynt o el propio contenido erótico de las revistas, para crear una buena película. Milos Forman, que se ha ganado un hueco en la historia del cine por joyas como Amadeus, logró superar este difícil reto con la ayuda de dos grandes actores, Woody Harrelson y Edward Norton, que aquí están absolutamente geniales en su retrato del editor y su abogado.
Estupendo el guión, con largas escenas de juicios de esas que nos dejan pegados a la pantalla. Estupendas interpretaciones, de esas que te hacen olvidar que ves a un actor y que realmente se trata de la persona que retratan. Estupenda la dirección, que nos mantiene en todo momento pendientes de qué va a pasar a continuación. Y estupenda la historia, que nos cuenta un episodio apasionante de las relaciones entre el derecho y la prensa en Estados Unidos.
Por cierto, en un cameo ciertamente atrevido, aparece el propio Larry Flynt, interpretando a uno de los jueces que más le amargaron la vida en aquellos años. Sin duda, un peliculón. Y si te gusta el derecho y los temas de libertad de prensa, el libro es imprescindible.
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