Ant-Man y la Avispa (Ant-Man and the Wasp, 2018)

La segunda parte de Ant-Man tiene ese típico defecto que empieza a ser habitual en las películas de fantasía: abusan de una cosmología que el espectador asocia a un interés que no llega, así como de la vistosidad de los efectos especiales, para disculpar los enormes fallos y deficiencias del guión. Pocas veces he mirado tanto el reloj para comprobar cuánto quedaba para que terminase la película en los últimos años.

Y es que Ant-Man y la Avispa, continuación de las aventuras de Scott Lang, es aburrida como pocas películas de superhéroes. Previsible, simple, con importantes agujeros de guión, la mayoría de los críticos insisten en calificarla de «ligera», frente a la gravedad y trascendencia de los acontecimientos que vimos hace poco en la última entrega de Los Vengadores. Pero hay una diferencia entre «ligera» y «aburrida». Ligera es In & Out, una maravillosa comedia de los 90 sobre la homosexualidad, no esto.

Hay un chiste recurrente sobre «porqué el protagonista no ha mirado a la izquierda» al principio de una película cualquiera. La respuesta es «porque te quedas sin película»; es la premisa argumental. Puede ser un hecho fortuito o un error, pero más o menos aceptamos que no mire en ese sentido porque, además, la intriga de qué va a pasar nos atrapa. Es el gancho del guión. Aquí no hay gancho, como tampoco lo había en la primera parte. Cuando escuchas que a un personaje le hacen una advertencia negativa del tipo «no se te ocurra entrar en la dimensión cuántica, porque jamás volverías» o «te quedan tres días para la libertad total, pero no puedes salir de casa», ya sabemos que tardará dos minutos en salir por la puerta y que al final hará el imbécil, se tropezará y caerá de cabeza con tirabuzón en la piscina cuántica, de la que saldrá por unas escaleras laterales que nadie podía imaginarse.

Lo que nos lleva al abuso de la palabra «cuántico». Advierto a cualquiera que tenga dos nociones sobre física que no vaya a ver la película, porque produce vergüenza ajena el galimatías que usan los guionistas para justificar todo lo que pasa, añadiendo el adjetivo «cuántico» hasta a las judías verdes. Una cosa es proponer que los rayos gamma sean verdes o que las arañas radioactivas transformen a la gente, y otra es volver a la época en que las explosiones nucleares daban superpoderes, con la diferencia de que el mecanismo milagroso aquí es la exposición al «vudú cuántico» y no la sobredosis de radiación.

Por último, dicen por ahí que los secundarios dan auténtica vida a la historia, con una simpática interpretación por parte de Michael Peña, que hace de «ayudante latino, torpe y simpático» que está por ahí para desfacer los entuertos del protagonista. Para mí son cansinos desde la segunda vez que cortan el desarrollo de la historia con un diálogo absurdo sobre cualquier chorrada, para meternos en diálogos de besugos, pretendidamente chistosos y originales, que sólo te hacen mirar el reloj de nuevo, deseando que termine la película.

No digo nada de Paul Rudd, lamentable en su papel de «super-héroe accidental» torpón y prescindible, de Evangeline Lilly como super-heroína innecesariamente agresiva según los cánones feministas modernos, ni de la maligna super-enemiga, prescindible y superficial, a la que se derrota sentándose a tomar un mojito y dejando pasar el tiempo con más facilidad que luchando con ella.

Para saber más…

Trailer

Ant-Man y la Avispa (2018)

$19,99
4.6

Premisa

2.0/10

Guión

4.0/10

Interpretación

5.0/10

Producción

8.0/10

Música y sonido

4.0/10

Pros

  • Pues poco la verdad, es que es muy aburrida.

Cons

  • Personajes estereotipados.
  • Trama predecible.
  • Villano de pega.
  • Otro villano de pega.