Hubo una época en la que los conceptos de independencia, hombría, rectitud y fortaleza gozaban del respeto social y se trataban de incorporar en la educación de los más jóvenes. Sólo con enumerar esas cualidades uno ya se da cuenta que esa época ha quedado atrás y que historias como esta, basadas en ese mensaje, han envejecido fatal, tanto en el mensaje como en la forma.
La premisa de esta película es un alegato en favor de la juventud, ya que propone que cualquier chaval, si se le da la oportunidad y confianza necesarias, es capaz de comportarse «como un hombre» y salir adelante. Will Andersen, un ranchero interpretado por John Wayne, se ve obligado a contratar un puñado de niños y adolescentes sacados de la escuela, para guiar su ganado hasta el mercado más cercano, a varios días de distancia. Estamos hablando del territorio de Dakota, a mediados del S. XIX, en el que el estanco de la esquina podía quedar a 50 o 60 kilómetros de distancia.
Por tanto, la situación de partida es una historia de aventuras de las buenas, de las de toda la vida, y con una considerable dosis de incertidumbre. ¿Podrán los chavales cumplir su misión? ¿Llegarán todos al final del viaje? ¿Cómo se sienten los padres al mandarlos a esa aventura? El mismo protagonista, ese granjero entrado en años, atormentado por la muerte de sus dos hijos y curtido en muchas aventuras semejantes, ve con escepticismo a los chavales, a quienes al principio reta con pruebas de «hombría» simples pero duras, como aguantar 10 segundos a lomos de un caballo sin domar.
Es en la superación de esas pruebas progresivas, como hacer guardia, marcar las reses o conducir el ganado, como los chicos abandonan poco a poco la infancia y se adentran en una juventud que, en aquellos tiempos, era en realidad casi una madurez temprana.
Te cuento todo esto para dejar bien claro que comprendo perfectamente la premisa y el momento histórico en que se produce. Si cualquier progre de los de ahora coge el argumento, seguro que lo destroza y le falta poco para lanzar una petición en change.org, exigiendo que todas las copias de la película se quemen, se condene por a los productores ensalzar la esclavitud infantil, se boicotee a todos los actores y se quemen todos los ejemplares de la novela original en que está basada.
Pero que comprenda la premisa no quiere decir que tenga que gustarme el resultado. Hay otras historias de superación juvenil hechas incluso con menos presupuesto, más años a sus espaldas y mucho mejor resultado, como Capitanes Intrépidos (otra que sería pasto de la hoguera a manos de los talibanes de la corrección política).
El problema de Los Cowboys es que se arrastra como su protagonista. Porque Wayne comparte ese cansancio que aqueja al personaje que interpreta; cuando da un puñetazo o cuando se lanza a por un caballo, ya no lo hace con la energía de El Alamo, sino con el (lógico) cansancio de los años y el cáncer que, casi 10 años antes, le costó un pulmón y dos costillas. Su rostro, su expresión y su gestualidad están tocadas y le vemos con cariño, pero también con un poco de pena al ver cómo apura hasta el último momento su actividad profesional. Hay que decir que este hombre trabajó casi hasta el final, retirándose sólo tres años antes de morir.
Los diálogos no son malos y cuando la escena es buena, es muy buena, pero en medio de esos destellos tenemos una producción menor, muy predecible en su desarrollo. No hace falta ser un adivino para saber que Bruce Dern es el malo malísimo, en el momento en que le rechazan por mentir, aunque sus argumentos y su actitud sean las de un perro apaleado.
Los niños están muy bien y la mitad de ellos tenían experiencia en el circuito de competiciones de rodeo, por lo que es lógico que les veamos con una gran soltura en las secuencias de trabajo con caballos, que da un gran realismo a la historia. Lo mismo cabe decir de Roscoe Lee Browne, ese cocinero sabio que actúa como conciencia del jefazo y ángel de la guarda comprensivo de los chavales, a quien criticaban que hablaba demasiado bien para interpretar a un simple cocinero de caravana.
El final es positivo y alentador, aunque los que han leído la novela aseguran que ésta es mucho mejor y que rellena muchos huecos que nos faltan en la narrativa de la película. Ya la tengo localizada y seguramente la leeré en breve. De momento, nos queda la película, que sólo te recomiendo si eres un gran amante del western y muy comprensivo con las películas que envejecen mal.
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