Sencilla, predecible, tópica, pero bien hecha. Kodachrome no ganará muchos premios y no pasará a las posteridad como uno de los grandes títulos del cine, pero es una de esas películas que, simplemente, merece la pena verla.
No dejamos de leer comentarios sobre el agotamiento de las ideas argumentales. Que si hay falta de originalidad, que si todo son refritos, que si el problema es que las ideas ya no abundan. Todo eso para justificar el aluvión de películas malas que sufrimos una y otra vez.
Y no niego que un argumento original es muy importante para captar y mantener la atención del espectador, pero… a veces… yo creo que a veces es que simplemente la película está mal hecha. Los actores no saben actuar, el director no sabe cómo hilar la acción, el operador no sabe cómo enfocar y los de peluquería no saben cómo peinar. Así de simple.
Lo contrario también puede ocurrir. Es posible que cojas un argumento sencillo, como el de dos personas enfrentadas por algún trauma del pasado, que tienen que hacer un viaje juntos, a lo largo del cual tendrán la oportunidad de conocerse y, a pesar del rechazo inicial que sienten el uno por el otro, terminan por cogerse aprecio. Mira si es una argumento simple, conocido y visto en numerosas películas. No hay muchas sorpresas, ¿verdad? No parece que merezca la pena verla, ¿verdad?
Pues en el caso de Kodachrome, de Mark Raso, ocurre justo eso. Una película predecible y simple, sin pretensiones, que termina siendo bastante entretenida y cuyo final no te cuento porque merece la pena verlo. Por mucho que anticipes, sepas o te huelas que, al final, se terminan reconciliando, da igual. Cómo lo hacen es lo importante.
Y es que a eso es a lo que me refería un poco más arriba: a veces no es un problema de originalidad, sino de oficio, de «saber hacer» y profesionalidad. Decir que Ed Harris es un gran actor y que cada vez que sale en pantalla te quedas mirando a ver qué hace parece una trivialidad, pero es que es así. Aquí tienes a este hombre, que tiene decenas de películas a sus espaldas, que coge el papel de un viejo insoportable, molesto, irritado con el mundo y enfermo y, en vez de caer en el sentimentalismo y hacer de viejo chocho, te convence de que se está muriendo, que tiene algo en su interior que sólo explica a través de una cámara (interpreta a un fotógrafo) y que esconde algo más aparte de todo ese resentimiento hacia el mundo.
Jason Sudeikis, que interpreta a su hijo, no es tan impactante, no tiene ese rostro ni nos convence de la misma manera con su interpretación, pero tampoco lo hace mal y tiene uno de los momentos más emocionantes que recuerdo haber visto en mucho tiempo en una película, sólo con una mirada. Nada de gritos, aspavientos ni destrozo de muebles. Sólo se sienta, mira y te trasmite una inmensa tristeza por lo que acaba de pasar. Como digo, no te cuento lo que pasa, pero sí que quisiera que estuvieras atento, porque esos instante definen a un actor de verdad y no a un recitador de diálogos.
Elisabeth Olsen, que es la tercera en discordia, interpreta a la enfermera del fotógrafo que tiene que mediar entre los dos para que no se maten. Y yo la entiendo y considero que su agente habrá hecho muy bien en convencerla de que hiciera una película menor para sacudirse el estigma de que sólo funciona en superproducciones de super-héroes, pero no. No está a la altura y se me ocurren otras actrices que lo podrían haber hecho mucho mejor.
Todo esto ocurre en medio de una historia sencilla, con una excusa argumental sencilla: Ben (Ed Harris) es un fotógrafo que ha alcanzado cierto éxito y reconocimiento profesional, pero que ha destruido su vida familiar, alejando de sí a su mujer, su hijo, su hermano y todo el que pudiera tener lazos con él. Diagnosticado de un cáncer terminal de hígado, le pide a su hijo Matt (Jason Sudeikis) que le acompañe en un viaje por carretera para llegar a un perdido pueblo de Kansas, donde se encuentra el último laboratorio del mundo en el que pueden revelar cuatro carretes de fotos, cuyo contenido desconocemos, pero que parece ser importante.
¿Sencillo, verdad? Pues, como te digo, la película no es perfecta, pero está bien hecha y te recomiendo que la veas al menos una vez. El final y la forma en que el director construye la progresión de la historia hasta ese punto, merecen mucho la pena.