No sé si es Horns es buena o mala, aunque a mí me gusta bastante. Lo que sí tengo claro es que es un GRAN acierto en la carrera de Daniel Radcliffe, que ha conseguido en poco tiempo sacudirse la estela de Harry Potter y labrarse una reputación como actor maduro, emancipado por completo de las gafas redondas y su etapa infantil.
Y no es fácil. Recordemos que el camino de baldosas amarillas a Hollywood está plagado de cadáveres de actores infantiles que no supieron asimilar ni el éxito, ni la popularidad, ni la transición a una carrera adulta. Mencionando sólo un par, recordemos a Macaulay Culkin o a Lindsay Lohan. Ya lo dije al revisar la estupenda Sin City, que lo mejor que pudo hacer Elijah Wood tras El Señor de los Anillos fue interpretar a un sanguinario asesino sin sentimientos.
Horns está a medio camino de la comedia negra, el thriller sobrenatural y la historia de terror. Me entero al leer un poco sobre la película que está basada en un libro de Joe Hill, que no es otro que el hijo de Stephen King y entonces todo encaja. Porque aunque la crítica insiste en que el chaval se está labrando su propio camino sin recurrir al apellido de su padre, es evidente en el desarrollo de la historia que hay elementos que ha heredado de él. Las escenas en retrospectiva (flashbacks) en los que se revive una infancia rural a medio camino entre el paraíso idílico y los traumas de las gamberradas de juventud, son de su padre. La introducción progresiva de elementos sobrenaturales, son de su padre. Y la mezcla de terror y humor negro, son de su padre. Pero nada de eso está mal si el chico lo hace bien. Y la verdad es que la historia merece mucho la pena.
Iggy es un joven al que todos señalan como sospechoso de la muerte de su novia, que ha aparecido brutalmente asesinada en los bosques de una perdida localidad del interior de Washington. Un día se levanta con dos pequeños cuernos en la cabeza, que todo el mundo ignora o contempla con indiferencia. Al mismo tiempo, las personas con las que se encuentra tienen la inevitable necesidad de compartir con él sus secretos más íntimos, sus miserias y las verdades más recónditas de su existencia. Tarda un poco en darse cuenta de la situación, pero cuando la asume decide aprovecharla a su favor para tratar de resolver el asesinato de la chica.
A medida que los cuernos crecen, Iggy va descubriendo más y más detalles, perdiendo en el camino a sus padres, sus amigos e incluso una parte de la cordura. Nunca se nos explica por qué tiene cuernos, quién se los otorga, por qué tiene poderes o por qué crecen. Están ahí y son una herramienta que hace avanzar la historia sin llamar demasiado la atención; de hecho, nadie se fija en ellos y sólo notamos su influencia en las personas. Es inmensa la escena en la que los reporteros de distintas cadenas de televisión le persiguen en busca de carnaza y él los desafía a «daros de hostias y el que gane tiene la exclusiva». La reacción de los periodistas, la del personaje de Radcliffe y la del espectador ante lo que ocurre son de esos momentos dulces en los que el cine consigue atraparte y meterte en su historia.
Pasa por ahí David Morse en un buen papel secundario, el padre de la chica asesinada, interpretada a su vez por Juno Temple que tampoco está mal a pesar de los pocos minutos de pantalla que ocupa.
En el lado negativo hay que decir que es un poco irregular. Alterna diálogos brillantes de brutal franqueza con pequeños bajones en el ritmo que no se sabe a dónde te llevan. El final es… desconcertante, aunque satisfactorio. Pero seguimos sin saber por qué tiene cuernos, por qué le salen alas y por qué sus poderes no están todos a la misma altura. A pesar de todo, muy recomendable.
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