Cuatro tipos de clase media hacen una excursión en canoa, buscando la llamada salvaje de la naturaleza, y lo que encuentran es una violación, dos asesinatos y una huida desesperada por los rápidos del río. Una película casi imprescindible.
En los años 70 se desarrolló por completo el concepto de «Nuevo Hollywood«, películas que se apartaban del sistema de estudios de las décadas anteriores y el glamour del Hollywood clásico, para buscar temas más cercanos, duros y controvertidos que el simple entretenimiento. Si en el Hollywood clásico los buenos siempre ganan y los policías son incorruptibles, en el Nuevo Hollywood la policía está más corrompida que los criminales a los que persigue, como ocurría en El Padrino.
Sólo en medio de este contexto sociológico y cultural se puede entender la importancia de Deliverance, el hecho de que fuera uno de los mayores éxitos de taquilla de 1972 y que al año siguiente recibiera tres nominaciones al Oscar, en las categorías de mejor película, montaje y dirección, para John Boorman.
Cuatro amigos, con rutinarios trabajos de oficina, organizan una salida al campo para hacer un viaje en canoa, descendiendo por un río que dentro de poco dejará de existir. Alguna comisión ha decidido construir una presa que dejará toda la zona convertida en un pantano y esta es la última oportunidad para disfrutar de ese pequeño rincón de naturaleza y tranquilidad.
El viaje empieza con normalidad y los protagonistas comparten algunas jornadas de ejercicio, bromas y charlas trascendentales, como las que sólo se pueden tener lejos de todo a la luz de una hoguera, consiguiendo la ansiada «liberación» (de ahí el título original «Deliverance») de su vida diaria.
En una de las pausas del recorrido, el grupo se divide y dos de ellos son asaltados por un par de individuos locales, que les reducen y atan, sometiendo al primero de ellos (Ned Beatty) a una completa humillación al desnudarlo, violarlo y obligarle a gritar como un cerdo en el proceso. Cuando se preparan para hacer lo mismo con el segundo (Jon Voight), el líder del grupo (Burt Reynolds), acompañado del último componente (Ronny Cox), llega a la escena y mata a uno de los agresores con un certero tiro de arco.
A partir de ese momento, el grupo intenta decidir qué hacer, si informar a las autoridades de lo ocurrido, entendiendo que la muerte del lugareño ha sido un acto de legítima defensa, o enterrar el cuerpo y salir corriendo sin volver la vista atrás, en la confianza de que todo quedará inundado por el pantano y nunca tendrán que enfrentarse de nuevo a esta horrible situación.
Hay que tener mucha determinación como director, actor o productor para hacer una película en la que se muestra a las claras una violación en directo y la espiral de violencia que le sigue entre perseguidos y perseguidores, alternándose continuamente esta función entre turistas y lugareños. Una escena así habría sido imposible una década atrás y supuso una ruptura considerable, bien recibida por crítica y pública, que reconocieron el valor del guión, las interpretaciones y el esfuerzo de todo el equipo.
Es memorable una de las primeras escenas de la película, en la que los cuatro amigos llegan a un pueblo para repostar gasolina y se cruzan con un joven con aparentes problemas mentales que, sin embargo, es un virtuoso con el banjo y comparte una estupenda interpretación del tema popular Dueling Banjos con uno de ellos. Esta versión, en la que no se enfrentan dos banjos, sino un banjo y una guitarra, fue tremendamente popular y se convirtió en un éxito de ventas en el apartado de bandas sonoras.
Boorman era un director que ya tenía unos cuantos trabajos en su haber y que destaca por un estilo sobrio y efectivo, pero la mitad de los actores eran aficionados (como todos los extras) o actores en problemas (Voight), novatos en el cine (Beatty) o venidos de la televisión (Reynolds), por lo que la calidad del resultado final es aún más meritoria.
El resultado es una película «desagradable», en el sentido de que nos muestra algunos de los peores rasgos de la naturaleza humana. Muchas críticas se centran en este aspecto para desmerecerla, valorando que una historia desagradable no tiene atractivo, pero el cine es un medio de expresión artística y el miedo o la violencia son emociones o conceptos tan válidos como otro cualquiera para contar una historia. Lo importante es, una vez que has elegido el tema que quieres contar, cómo lo cuentas y aquí se hace de una forma casi magistral.
La película está basada en la novela del mismo título de James Dickey, un escritor al que podríamos calificar perfectamente de «alma atormentada». Veterano de dos guerras, graduado Magna Cum Laude en Inglés y Filosofía, terminó sus días aquejado de un grave alcoholismo y se ve que fue una persona de fieras creencias y determinaciones. El rodaje estuvo salpicado de anécdotas por su participación en el mismo, por los continuos enfrentamientos con Boorman sobre el guión, que llegaron a una pelea con puñetazos y dientes bailando.
En resumen, una película dura pero muy recomendable.
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