Pues no tenía ni idea de esta historia y parece que es uno de los musicales más populares en Estados Unidos del S. XX. Nada menos que un libro, una película, una producción televisiva y cuatro adaptaciones teatrales han salido de la idea original. Si te gusta el musical, es un clásico; y si no te gusta y te saltas las canciones, es una comedia bastante simpática.
Es innegable que la premisa es graciosa: imagínate que alguien editase un libro titulado «Cómo triunfar en los negocios sin esforzarse demasiado» y te contase, capítulo a capítulo y con todo el descaro del mundo, cómo trepar, apropiarte del mérito de los demás, pisar a quien toque y llegar a ocupar incluso la presidencia de la empresa… eso, sin esforzarte mucho. Sólo estando en el sitio adecuado, en el momento adecuado y haciendo los movimientos adecuados. Ahora imagina que el librito se vendiera en cualquier puesto de prensa, como esos libros baratos de aeropuerto que te lees mientras anuncian los retrasos del vuelo. E imagina que alguien lo pusiera en práctica Y LE SALIERA BIEN. Pues esa es la historia.
Y a quien le sale bien, nuestro héroe con más cara que espalda, es un humilde limpiaventanas llamado J. Pierrepont Finch que un buen día compra el libro, se lo mete en el bolsillo de la americana y lo va leyendo como un oráculo personal con el que charla y averigua qué es lo que tiene que hacer. No es que la historia carezca de emociones, que te digo yo que no las tiene, es que es tan descarado la forma en que el guionista está de parte del Finch que te hace gracia ver cómo todo se desarrolla a su alrededor.
Claro, para que nos caiga bien semejante caradura tenían que encontrar al actor adecuado. Jerry Lewis podría haber encajado perfectamente, pero encontraron la alternativa en un jóven llamado Robert Morse que tiene el talento de poner esa cara de no haber roto un plato, esa sonrisa angelical, al tiempo que te saca el puñal de la espalda y limpia la sangre con tu propia chaqueta. Lo hizo tan bien que fue el protagonista tanto de la película como de la primera temporada teatral, con más de 1.400 representaciones.
Los secundarios son estupendos, todos ellos con un punto de sobreactuación histriónica que va perfectamente en la historia. Vemos que están actuando, sabemos que exageran, nos damos cuenta de que los decorados son de cartón piedra, pero el director y productor, David Swift, supo hacerlo de tal manera que fuera posible la complicidad con el espectador y lo aceptamos todo perfectamente. Me encanta cuando, casi al final, el cotilla oficial de la empresa, ese que es «hijo de», desesperado por ver cómo todo le sale bien a su contrincante termina diciendo «me pego un tiro». Puede que parezca una expresión fuerte, pero te juro que si lo ves también te ríes.
En definitiva, un hallazgo al que te recomiendo que eches un vistazo. Y si no te ríes, me lo cuentas.